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LEYENDAS

LEYENDAS DE TOLEDO
EL POZO AMARGO  
           Cuenta una antigua leyenda toledana, que en los tiempos en que convivían judíos, árabes y cristianos había en Toledo un acaudalado judío llamado Leví. Vivía en su casa con su amada hija Raquel, que para él era su mayor fortuna, dedicándola por entero noche y día.
Una tarde de mayo, Raquel se encontraba asomada a una  de las ventanas de su casa, cuando vio pasar por allí a un apuesto mozo. Fijó su mirada en él al tiempo que el joven reparaba en ella.
A partir de entones Leví empezó a encontrar a su hija rara sin poder entender el motivo, hasta que un día su amigo Rubén, judío como él, le advirtió que su Raquel era visitada a diario, cuando todos dormían, por un joven que saltando las tapias del jardín, se encontraba con ella cerca del pozo.
En un principio Leví se indignó, pero más tarde reflexionó y pensó que era ley de vida, que su hija tendría que casarse algún día y él no debía oponerse a eso. Pero cuando Rubén le dijo que el mozo en cuestión era cristiano se enfureció de tal manera que ya no descansó, pensando siempre en un plan para impedir que aquella situación continuase.
Así pues, una noche, cuando la casa estaba silenciosa, una sombra cruzó el jardín y se escondió tras los arbustos. Al poco tiempo alguien se deslizó por la tapia y se dirigió al brocal del pozo. Al  momento la figura escondida se abalanzó sobre la otra. Hubo un pequeño forcejeo y uno de los hombres cayó al suelo muerto, mientras el otro se marchó como había llegado.
Salió Raquel, llegó hasta el pozo, se acercó con cuidado y vio el cuerpo de su amada muerto en el suelo y atravesado por el cuchillo de su padre.
Durante muchos días lloró sin consuelo abrazada al pozo, y con el tiempo su desesperación fue tan grande, que perdiendo la cabeza creyó ver en la superficie de las aguas del pozo la imagen de su amado que la llamaba. Entonces se lanzó a su interior, encontrando la muerte.
Dicen que fue tanto lo que Raquel lloró, que las aguas del pozo, que tan saludables habían sido hasta entonces, se volvieron amargas para siempre.